La reflexión es una adicción, la buscamos, entramos a esos momentos silenciosos donde observamos el panorama inmaterial frente a nuestros ojos y estructuramos sin lanzar palabras.

Lo interesante de la aplicación de esta capacidad es lo privado de su naturaleza, la construimos por tiempos indeterminados quizás hasta olvidarla, pero pocas veces la compartimos, es una búsqueda personal del sentido.

Una búsqueda silenciosa, esa falta de expresión sonora, con ojos en espacios sin importancia. Nos jactamos de esta diferencia con los otros seres. Pero el silencio nos engaña, quizás bajo esos impulsos instintivos característicos de los no humanos habita el pensamiento de análisis. Cuando baja la adrenalina de la genética salvaje y se establecen en su lugar, está la posibilidad de que entreguen sus esperanzas a problemas atemporales.

Sería un encanto personal poder compartir de alguna forma, tener alguna conexión más que lo físico con la energía externa de las criaturas, saber que hay algo más… Aunque igual da miedo pensar que aquellos pensamientos evolucionen y terminen con la perfección, involucionando la terminada forma sin defectos ni problemáticas sin sentido.


Me llego hambre y sueño.